Modelo transteórico
- Juan José Rodríguez
- 3 ene 2021
- 4 Min. de lectura
El Modelo transteórico (MT), también conocido como Modelo de etapas de cambio, engloba varios conceptos de distintos modelos de cambio de conducta; fue desarrollado en 1982 por Prochaska y DiClemente con el fin de modificar la conducta específica de la adicción al tabaco, el alcohol y las drogas. El MT fue el primer modelo que concibió el cambio de comportamiento como un proceso, no como un evento aislado, y que propuso desarrollar y seleccionar estrategias eficaces para instaurar un nuevo comportamiento. En este modelo se presume que en proceso de modificación del comportamiento, el paciente pasará secuencialmente por cinco etapas motivacionales o niveles de preparación hasta lograr el cambio: precontemplación, contemplación, preparación, acción y mantenimiento. Al definir el nivel en que se encuentra el sujeto se pueden planear estrategias específicas de motivación y aprovechar el tiempo de la consulta de manera más eficiente.
Podría pensarse que el proceso de cambio es lineal, sin embargo, se puede “entrar y salir” de las etapas debido a los avances y las recaídas, de modo que el movimiento es constante (reciclamiento) entre cada una de ellas. El paciente puede ubicarse en distintas etapas, según el comportamiento en cuestión. Las recaídas son naturales, incluso esperadas, por eso es de suma importancia la concientización del paciente al respecto, además de la retroalimentación positiva por los cambios de comportamiento logrados. La autoconfianza debe preservarse lo más posible. La conciencia de las recaídas también permite generar expectativas realistas. Debido a los movimientos entre etapas, es necesario determinar con frecuencia en qué etapa se encuentra el individuo para ajustar la intervención nutricia y personalizarla; los cambios de etapa permiten que el nutriólogo valore el tratamiento, porque los avances y las recaídas se hacen evidentes. Este movimiento entre etapas del MT se representa gráficamente:

Precontemplación. En esta etapa, el sujeto no tiene intenciones de cambiar a corto plazo (en los siguientes seis meses); de hecho, la resistencia al cambio se debe a desconocimiento, negación, falta de preparación o de motivación (por los intentos fallidos). Por tanto, el objetivo sería personalizar el riesgo y los beneficios del cambio, crear un ambiente favorable a éste, valorar los conocimientos y la motivación, profundizar en la información y llevar a la conciencia el problema, lo cual implica aceptación empática. Es indispensable elaborar un enunciado sin prejuicio que relacione la alimentación con el estado de salud actual del paciente.
Contemplación. El paciente reconoce la necesidad de cambiar, pero hay ambivalencia alterna entre los pros y los contras del cambio, es decir, que ha identificado la relación entre la alimentación actual y las consecuencias negativas en su salud; sin embargo, persiste la preocupación de que las ventajas de cambiar no sean mayores el esfuerzo o el costo percibido a corto plazo. Como todavía se perciben barreras al cambio, el objetivo es aumentar y reforzar la autoconfianza y ordenar las prioridades, es necesario enfocarse en explorar las opciones para superar los obstáculos. Como esta etapa puede ser prolongada, incluso de años, en espera del “momento adecuado” para cambiar, es muy importante aumentar la confianza en la capacidad del sujeto para adoptar los cambios de comportamiento.
Preparación. En esta etapa, el individuo está convencido de que las ventajas del cambio superan a las desventajas y se prepara para tomar medidas a corto plazo (en los siguientes 30 días); se dan los primeros pasos del cambio, como hacer la cita con el nutriólogo o investigar si hay algún gimnasio cercano. Una vez resuelta la ambivalencia del cambio, es importante hacer énfasis en el compromiso y preparar un plan de acción específico, así como plantear las metas; el objetivo radica en iniciar el cambio e identificar las estrategias que llevarán a cambios satisfactorios.
Acción. Cuando el paciente ha modificado aceptablemente su comportamiento (a partir de un día hasta seis meses) y lo perpetúa, se dice que ha entrado en la etapa de la acción, y si bien hay resultados conductuales específicos y fácilmente observables, todavía no se consideran como permanentes y existe el riesgo de recaída en los primeros 3 a 6 meses. Esta etapa requiere de mucho apoyo social y entrenamiento de habilidades que favorezcan el cambio, siendo el objetivo comprometerse con éste, reforzar la decisión y prevenir las recaídas con soluciones premeditadas.
Mantenimiento. Se han examinado las conductas no saludables, identificando las opciones de cambio y mantenido los cambios de comportamiento cuando menos durante seis meses, además de haberse consolidando las ventajas obtenidas en las etapas previas. El paciente necesita seguir modificando su ambiente para evitar las recaídas, desarrollar la capacidad de resolver problemas y contar con apoyo social y ambiental. También se deben identificar las estrategias que han funcionado para mantener el cambio y reforzar la autorretroalimentación, de modo de reforzar el mantenimiento y evitar las recaídas.
Es importante ser consiente de que un cambio de estilo de vida requiere tiempo y estrategias adecuadas a las necesidades de cada persona, como en este caso, de acuerdo al nivel de preparación, decisión y motivación. Esto permitirá maximizar los resultados y evitar posibles recaídas.
Fernández, A. S. (2012). Obesidad consideraciones desde la nutriología. México, D.F.: McGRAW-HILL INTERAMERICANA EDITORES, S.A. de C.V.
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